Michangelo
Teniendo un récord intachable de 45 -0 con 38 nocàut,
muchos alegan que todo ha sido fácil en
la carrera de “Chocolatito” González. Pese a que es un boxeador de esos que
aparecen cada periodo, no escapa al escrutinio amargado de quienes le ven
avanzar pero no lo aceptan.
Román ha emergido de lo más furtivo de la sociedad nicaragüense.
Es de esos pocos seres humanos nacidos en la más peliaguda de las carencias,
sentenciados a sufrir el menosprecio y vivir escasez, para ser llevado al altar
de los aclamados y el hastío de la abundancia.
Nació y se crió entre esos niños ignorados, que son vistos a diario con la más indiferente
de las miradas enmascaradas por aquel
que se deleita en un pomposo Restaurante o mientras circula en un lujoso automóvil, a uno de esos niños que abundan y se
acercan pidiendo una moneda.
Indudablemente, Chocolatito es de esos pocos que nacen
para triunfar. Esos que burlando la crueldad, divisan una tenue luz, la que quizá siguen inicialmente por intuición,
por invitación de otros.
El boxeo fue esa luz para Román, quien prefería el fútbol
pero obedeció a las rogativas de su padre.
Lo que vivió en su infancia y en la adolescencia,
lo que ha tenido que superar en su vida no es solamente a sus rivales en el cuadrilátero,
sino lo espinoso de su vivencia y la
crueldad de las críticas.
Por ahora, Chocolatito es lo más análogo a la
leyenda de Alexis Argüello y aunque algunos quieran verlo con más brillo que “El
Flaco”, el mismo ha dicho; “Alexis es lo más grande, es mi maestro y a él le
debo la inspiración de hacer en el boxeo, lo que quería que yo fuera, un digno
representante de mi patria”.
Y es que Román se ha instaurado en el mundo boxístico
como el mejor, a base de sacrifico, de triunfos, de calidad y
no de carisma. Es un peso chico, categoría muy ignorada por los entendidos pero
su brillo es tal, que no les queda más remedio que catalogarlo como Lo Mejor
del momento.
Nada lo ha interrumpido en su ruta a la cima, ningún
comentario negativo le ha quitado brillo, tampoco ha agrietado su fe ciega en que
puede ir más allá, la opinión mezquina de quienes le ven como una estrella en “la
mediocridad actual”. Él ya es un Astro
que nada lo apaga.
La pelea contra Carlos Cuadras, el 10 de septiembre
del año en curso es un gran desafío, con sus riesgos incluidos. Pero el premio
de un cuarto título es enorme, si lo consigue, su imagen y sus laureles brillarán
más. Ya hizo historia pero no se ha sentido fastidiado de fatiga ni conquistas.
Quienes le vemos en su esplendor, esperamos más.
Y no es cierto que haya conquistado tanto, porque el
boxeo de hoy está mediocre. Su tiempo y lo que ha hecho, es de ayer, hoy y
mañana. Obstinado, inexcusable, sigue su marcha. Da la impresión que todo lo
adverso, ha sido ayuda para inspirarse y superar los retos.
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