jueves, 16 de junio de 2016

Nuestro cumplido a Muhammad Ali 2a. Nota

Hay un Muhamed Alí para cada gusto
¿Cuál es el tuyo?
Raúl Fain Binda | 2007-01-18,
¿De cuál Alí estamos hablando? ¿Del boxeador, del revolucionario, del poeta rapper o del enfermo de Parkinson?
Todos festejamos y elevamos las copas en honor de Muhamed Alí, que acaba de cumplir 65 años. Si tú también estás brindando, te invito a identificar a tu propio Alí.
¿Es el púgil supremo, el comunicador incomparable, el revolucionario que contribuyó a radicalizar a los jóvenes negros de su generación, o el de los últimos años, manso y resignado, disminuido por el Mal de Parkinson?
Al escuchar los brindis tengo la impresión de que hablan de otra persona. El viejo luchador ya no puede (o no quiere) corregir a sus jóvenes admiradores, decirles que él no era como lo pintan ahora, que él fue un revolucionario, no un pacifista.
Muhamed Ali ha cambiado (o nos dicen que ha cambiado) y, claro, reclama el derecho a su evolución espiritual. En El Alma de una Mariposa, el libro escrito por su hija Hana Jasmeen con sus confidencias, Alí dice que “el hombre que a los cincuenta contempla el mundo como lo hizo a los veinte, ha perdido treinta años de su vida”.

La influencia de Alí en la sociedad estadounidense ha sido enorme, porque además de sus hazañas en el cuadrilátero, sus actos contribuyeron a una colosal transformación social. Y su papel fue muy diferente al de Martin Luther King, el campeón de los derechos civiles.
Alí no respetaba a King, cuyos métodos le parecían inocuos. El predicaba el enfrentamiento, la ruptura. Cuando se negó a acatar su conscripción para ser enviado a Vietnam, lo hizo con una frase de formidable poder revolucionario: “A mí ningún vietnamita me ha llamado nigger.” Llama la atención que uno de sus actuales admiradores, George W. Bush, también evitara el combate, aunque con otros métodos, aprovechando el sistema.

Esa fue justamente la diferencia que Alí quería denunciar: que por no ir a Vietnam él era clasificado como desertor, mientras que un joven blanco rico tenía mil recursos para quedarse en su casa y seguir oliendo a rosas.
Ahora es diferente. En el libro de su hija, Alí altera la historia documentada y nos dice que la Nación del Islam, o Musulmanes Negros, no fue una organización revolucionaria: “No era una lucha por el poder, era una lucha por la libertad”, asegura.
Este cambio es el que facilitó el reconocimiento de personajes como George W. Bush, que hace 40 años temblaban y ahora se muestran agradecidos.
En su momento de mayor fervor, Alí se convenció de que los blancos sojuzgaban a los negros a través del deporte, controlado por la mafia; la religión cristiana, de corazón blanco; y el servicio militar, que despachaba carne de cañón negra al matadero de Vietnam.

Esa denuncia espantó a los estadounidenses blancos de la época. Ahora, Alí piensa de otro modo, o eso es lo que nos dice Hana Jasmeen Alí.
La conciencia negra en contraste con la sociedad blanca ya no tiene tono de denuncia, a pesar de que la situación sigue siendo de injusticia, según los testimonios tras la inundación de Nueva Orleans, entre otros ejemplos.
Alí fue un genio de la comunicación oral. Se adelantó a su época y ahora muchos reconocen que fue el primer y mejor rapper. Juzguen ustedes por estas líneas, que compuso y declamó antes de su combate con George Foreman en Zaire:
“He esposado al relámpago,/He puesto en la cárcel al trueno;/He luchado con un cocodrilo,/He domado a una ballena./La semana pasada asesiné a una roca,/Lastimé a una piedra, hospitalicé a un ladrillo./Soy tan malo que puedo enfermar a una medicina.”
Ahora el personaje es diferente. En su reciente libro, la hija pone en boca de su padre este poema:
“Desperté esa mañana sintiéndome bueno y negro./Me levanté de mi lecho negro,/Me puse mi bata negra,/Toqué mis mejores discos negros,/Y bebí un poco de café negro./Luego me puse mis zapatos negros y/Salí por mi puerta negra/Y, ¡Oh, Señor, la nieve blanca!”
Este último es el Mohamed Alí a quien festejan ahora. El Blog de Lalo, tal vez porque vivió la época, prefiere al Alí revolucionario, al feroz objetor de conciencia, a esa mezcla imperfecta de pasiones que contribuyó a poner en marcha una de las grandes transformaciones sociales de la historia.
¡Ah, y además el hombre sabía boxear!  Cuéntanos, lector, cuál es tu propio Mohamed Alí.


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