Hay un Muhamed Alí para cada gusto
¿Cuál es el tuyo?
¿De cuál Alí estamos hablando? ¿Del
boxeador, del revolucionario, del poeta rapper o del enfermo de Parkinson?
Todos festejamos y elevamos las copas
en honor de Muhamed
Alí, que acaba de cumplir 65
años. Si tú también estás brindando, te invito a identificar a tu propio Alí.
¿Es el púgil supremo, el comunicador
incomparable, el revolucionario que contribuyó a radicalizar a los jóvenes
negros de su generación, o el de los últimos años, manso y resignado,
disminuido por el Mal de Parkinson?
Al escuchar los brindis tengo la
impresión de que hablan de otra persona. El viejo luchador ya no puede (o no
quiere) corregir a sus jóvenes admiradores, decirles que él no era como lo
pintan ahora, que él fue un revolucionario, no un pacifista.
Muhamed Ali ha cambiado
(o nos dicen que ha cambiado) y, claro, reclama el derecho a su evolución
espiritual. En El Alma de una Mariposa, el libro escrito por su hija Hana
Jasmeen con sus confidencias, Alí dice que “el hombre que a los cincuenta
contempla el mundo como lo hizo a los veinte, ha perdido treinta años de su
vida”.
La influencia de Alí en la sociedad
estadounidense ha sido enorme, porque además de sus hazañas en el cuadrilátero,
sus actos contribuyeron a una colosal transformación social. Y su papel fue muy diferente al de
Martin Luther King, el campeón de los derechos civiles.
Alí no respetaba a King, cuyos métodos
le parecían inocuos. El predicaba el enfrentamiento, la ruptura. Cuando se negó
a acatar su conscripción para ser enviado a Vietnam, lo hizo con una frase de
formidable poder revolucionario: “A mí ningún vietnamita me ha llamado nigger.”
Llama la atención que uno de sus actuales admiradores, George W. Bush, también evitara el
combate, aunque con otros métodos, aprovechando el sistema.
Esa fue justamente la diferencia que
Alí quería denunciar: que por no ir a Vietnam él era clasificado como desertor,
mientras que un joven blanco rico tenía mil recursos para quedarse en su casa y
seguir oliendo a rosas.
Ahora es diferente. En el libro de su
hija, Alí altera la historia documentada y nos dice que la Nación del Islam, o
Musulmanes Negros, no fue una organización revolucionaria: “No era una lucha
por el poder, era una lucha por la libertad”, asegura.
Este cambio es el que facilitó el
reconocimiento de personajes como George W. Bush, que hace 40 años temblaban y
ahora se muestran agradecidos.
En su momento de mayor fervor, Alí se
convenció de que los blancos sojuzgaban a los negros a través del deporte,
controlado por la mafia; la religión cristiana, de corazón blanco; y el
servicio militar, que despachaba carne de cañón negra al matadero de Vietnam.
Esa denuncia espantó a los
estadounidenses blancos de la época. Ahora, Alí piensa de otro modo, o eso es
lo que nos dice Hana Jasmeen Alí.
La conciencia negra en contraste con
la sociedad blanca ya no tiene tono de denuncia, a pesar de que la situación
sigue siendo de injusticia, según los testimonios tras la inundación de Nueva Orleans, entre otros
ejemplos.
Alí fue un genio de la comunicación
oral. Se adelantó a su época y ahora muchos reconocen que fue el primer y mejor
rapper. Juzguen ustedes por estas líneas, que compuso y declamó antes de su
combate con George Foreman en Zaire:
“He esposado al relámpago,/He puesto
en la cárcel al trueno;/He luchado con un cocodrilo,/He domado a una
ballena./La semana pasada asesiné a una roca,/Lastimé a una piedra, hospitalicé
a un ladrillo./Soy tan malo que puedo enfermar a una medicina.”
Ahora el personaje es diferente. En su
reciente libro, la hija pone en boca de su padre este poema:
“Desperté esa mañana sintiéndome bueno
y negro./Me levanté de mi lecho negro,/Me puse mi bata negra,/Toqué mis mejores
discos negros,/Y bebí un poco de café negro./Luego me puse mis zapatos negros
y/Salí por mi puerta negra/Y, ¡Oh, Señor, la nieve blanca!”
Este último es el Mohamed Alí a quien
festejan ahora. El Blog de Lalo, tal vez porque
vivió la época, prefiere al Alí revolucionario, al feroz objetor de conciencia,
a esa mezcla imperfecta de pasiones que contribuyó a poner en marcha una de las
grandes transformaciones sociales de la historia.
¡Ah, y además el hombre sabía boxear! Cuéntanos, lector, cuál es tu propio Mohamed
Alí.
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