Hoy se cumplen siete años de su viaje al más allá. Pero
Alexis, su recuerdo y sus triunfos, siguen
viviendo en el corazón de millones.
Alexis fue un estímulo que nos llegó como un regalo, y activó
nuestras pocas alegrías. Fue una llama encendida en nuestros días más oscuros.
Cada vez que se anunciaba una pelea del
flaco, era el diario vivir, el comentario permanente entre nosotros.
Será inolvidable ese
amigo leal, presto a servir y decir; “Aquí
estoy yo”, cuando fue necesario. Ese amigo que siempre dispensó el insulto y simuló
el agravio de donde llegase.
Su carácter fuerte y el ego henchido, le acompañaron siempre,
y estos le llevaron al éxito en tan difícil
carrera profesional, como es el boxeo. Estos lo forjaron y lo estimularon a esforzarse
para tan grandes conquistas.
La noticia de su fallecimiento fue más impactante que aquellas
imágenes y las Crónicas que nos hicieron ver el triunfo de su primer título
mundial. La multitud de personas acompañando el féretro, fue más que aquella
muchedumbre que celebró su llegada con la conquista.
Los años de alegría que nos dio con sus triunfos emocionantes,
fueron tan inmensos que muy poco se cuestionó su aspecto negativo, ese lado oscuro que en otros
es notorio, en él fue casi oculto, minimizado por la imagen que erigió con sus
puños enguantados. Pese a su falta, públicamente siempre se comentó su buen
comportamiento.
Fue y seguirá siendo un ejemplo. Llegó a la cima de los héroes
y se mantuvo a base de tenacidad, esfuerzo y valentía. Pero fue humano y como tal, fue alcanzado por
la muerte. Muerte física que no podrá llevarse el legado, ni arrancar de los corazones,
el respeto que también se ganó.
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